lunes, 16 de agosto de 2010

Brooklyn Follies, Paul Auster

Estaba buscando un sitio tranquilo para morir. Alguien me recomendó Brooklyn, de manera que al día siguiente salí de Westchster y fui para allá a reconocer el terreno. No había vuelto en cincuenta y seis años, y no me acordaba de nada. Mis padres se habían ido de la ciudad cuando yo tenía tres años, pero el instinto me llevó al barrio donde habíamos vivido, arrastrándome como un perro herido al lugar donde nací. Un empleado de una agencia inmobiliaria de la zona me enseñó media docena de pisos en edificios de piedra rojiza, y a última hora de la tarde había alquilado un apartamento de dos habitaciones con jardín en la calle Uno, solo a media manzana de Prospect Park. Todos trabajan de nueve a cinco, ninguno tenía hijos, así que en el edificio siempre habría un relativo silencio. Más que nada, eso era lo que buscaba. Un fin silencioso para mi triste y ridícula vida.
"Brooklin Follies" Paul Auster

A veces estando en mi casa cierro los ojos y relajando mi mente empiezo a escuchar la leve llamada de un libro que requiere ser leído. Con los ojos cerrados extiendo la mano y me dejo guiar por la tímida voz de las palabras que desean encontrar una mente donde dibujar su historia. Recorro toda la casa hasta que el libro, al pasar yo por su lado, salta a mi mano abriéndose por la primera página. Todas las palabras que componen esa página comienzan a salir y a formar una mano que introduciéndose en mi mente por mis ojos intenta robar mi atención, igual que la bruja le roba la voz a Ariel. Desde ese momento una fuerza superior me encadena al libro y hace que viva por y para él y la única forma de deshacer el hechizo es llegar a la última página escrita.
Siempre que lo hago me alegra haber respondido a la llamada desesperada de un libro solitario.

(ATENCIÓN el siguiente texto corresponde al final del libro. No se desvela ningún secreto y leerlo no influye en nada a la lectura completa de la historia)

Eran las ocho de la mañana cuando puse el pie en la calle, las ocho de la mañana del 11 de septiembre de 2001; justo cuarenta y seis minutos antes de que el primer avión se estrellara contra la torre norte del World Trade Center. Sólo dos horas después, la humareda de tres mil cuerpos carbonizados se desplazaría hacia Brooklyn, precipitándose sobre nosotros en una nube blanca de cenizas y muerte.
Pero de momento todavía eran las ocho de la mañana y mientras caminaba por la avenida bajo aquel radiante cielo azul era feliz, amigos míos, el hombre más feliz que jamás haya existido sobre la tierra.

"Brooklin Follies" Paul Auster

2 comentarios:

  1. Yo tb me alegro de que respondas a la llamada de los libros porque luego me enseñas cosas muy chulas :)

    ResponderEliminar