domingo, 8 de agosto de 2010

"... entrando en mí hasta no dejar sitio para mí mismo"

"Placer del solitario, gesto de soledad que hace que te bastes a ti mismo poseyendo íntimamente a los demás, que están al servicio de tu placer sin sospecharlo; placer que da, incluso cuando estás en guardia, a tus menores gestos ese aire de indiferencia suprema hacia todos y tambien ese aire torpe que, si un día acuestas en tu cama a un muchacho, crees que te has golpeado la frente contra una losa de granito"
Jean Genet "Santa María de las Flores"

Lo único que recuerdo de él es su olor, lo único que merece la pena ya que con su presencia se evoca, cual magdalena proustsiana, todo lo demás: la perturbación, el nerviosismo, el placer de estar dominado por un ser superior, mi piel erizada y el endurecimiento de mi alma.
El rastro lejano de este olor aunque ya no le pertenezaca me precipita a los confines de la exitación más irracional y hace que mi cuerpo se tambalee por el recuerdo de un adonis que fue más imaginado que real, o más bien por el recuerdo corporal de lo sentido.

Hoy mi madre ha cambiado de perfume y al pasar por mi lado mi piel se ha erizado y he sentido el endurecimiento de mi alma mientras me agarraba al marco de la puerta para no ceder a la turbación y el tambaleo.

Freud tiene que estar removiéndose de placer en su tumba

1 comentario:

  1. El perfume que usaba mi madre cuando yo era pequeña es uno de mis olores preferidos. Una pena, porque ya no se fabrica.

    Todo esto, es como el sonido de las ambulancias y las luces pequeñitas de la ciudad. Infancia.

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